La Caída de Cadia by Robert Rath

La Caída de Cadia by Robert Rath

autor:Robert Rath [Rath, Robert]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


—¿Por qué no es suficiente? —rugió Urkanthos al Herrero de la Disformidad—. ¿Cómo es que no hemos triunfado todavía? Hemos ofrecido cráneos a los motores del Demonio, los hemos saciado con sacrificios, hemos masacrado a nuestros propios cultistas en sus altares ¡y aún así su avance es lento!

Ante ellos, las dos colosales máquinas de guerra se abrían paso hacia el Santuario de San Morrican; los inmensos depósitos de combustible en sus estructuras traseras burbujeaban con la alegría de lo daemónico, mientras los sanguinarios de octavo grado en su interior martillaban contra las murallas del santuario.

—Esta mañana rompimos las defensas exteriores, y los motores demoníacos han barrido claustros y capillas menores. Han atravesado la ciudad santa, construyendo rampas de escombros mientras avanzan con lentitud por el muro interior del santuario —explicó Lotharn, el Herrero de la Disformidad, sus mecadendritas chasqueando unas contra otras en señal de irritación—. Esta noche alcanzaremos el santuario.

—Progreso —masculló Urkanthos con desprecio, y su voz demoníaca se filtró, provocando que el herrero girase su cabeza—. No deseo progreso, deseo convertir este santuario en un matadero. Se ocultan, disparan desde la oscuridad, nos tienden emboscadas y derrumban edificaciones para confundirnos. Se mofan de nosotros.

—Los Señores de las Calaveras están diezmando...

—¡No es suficiente! No es...

—Urkanthos.

El Semipríncipe Urkanthos se silenció de inmediato, volteando su vista.

Un pilar de llamas púrpuras titilaba tras él, una manifestación de la Disformidad que hacía que sus Clavos de Carnicero se clavaran profundo con solo una mirada, aunque ahora mordisqueaban únicamente el lado de su cráneo aún cubierto de carne.

—Maestro de Guerra —Urkanthos hizo una reverencia.

Abaddon se detuvo en la fluctuante columna de fuego, su figura oscilando mientras giraba.

—Urkanthos, me pediste Cadia y Kraf. ¿Y aún así dilapidas tus fuerzas en este insignificante santuario? La Legión Negra ya ha atravesado la puerta occidental. Los Poseídos han teñido de rojo los muros del Reducto de Jorus. Krom Gat y sus Guerreros de Hierro están al borde del colapso en su lucha contra los Lobos, carentes de tu respaldo. Incluso tus propios Perrosse enfrentan a la descendencia bastarda del León, mientras tú te afanas aquí en vano, estrellando tus legiones demoníacas contra un blanco intrascendente.

—Mi deidad dicta que debemos arrasar el santuario para capturar Kraf —replicó Urkanthos.

Hubo un silencio por parte de Abaddon y, a pesar de los abismos espaciales y las corrientes de la disformidad, Urkanthos podía sentir la penetrante mirada del Maestro de Guerra.

—¿Es esa la voluntad de Khorne, o es la tuya? No estoy seguro de a quién deberías hacer caso.

—Esta noche obtendremos lo necesario —aseguró Urkanthos.

—Urkanthos —susurró Artesia.

Abaddon hizo un gesto brusco.

—Te prometí el mando en Kraf, Urkanthos. Asegúrate de estar allí para reclamarlo.

—Así será, Maestro de Guerra. Puede contar con que el honor de la...

—¡Maestro! —Artesia interrumpió con urgencia.

Se oyeron alaridos desde el flanco. El sonido de sierras y gritos desquiciados. El rugido de motores.

A lo largo de la llanura, emergiendo de la macilenta y silente fortaleza, avanzaba un caudal de abominación. Prisioneros transformados en berserkers irracionales por perversas tecnologías. Segaban la tierra ante ellos, corriendo con mazas y sierras, aniquilándose mutuamente en un éxtasis de carnicería.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.